La reacción ante la noticia del diagnóstico depende
de la personalidad de cada uno y de su biografía. Depende de si habías conocido
a otros seropositivos, de si conocías sobre el tema a través de una charla de
información sexual, de si no tenías ningún algún estigma discriminador, etc.…
Depende de una constelación de factores interrelacionados.
El Inicio
De entrada te llevarás un susto (el shock es
inevitable, hay que asumir que es normal asustarse aunque sólo sea durante un
rato) pero pasado el impacto emocional inicial, todo irá reconduciéndose e irás
aprendiendo a convivir con tu nueva situación. Si, por el contrario, vives tu
sexualidad con vergüenza, tenías un estigma serofóbico, o tienes dificultades
con tu gestión emocional, lo llevarás un poco difícil.
Un duelo (no siempre) duele.
Considero que existen dos tipos fundamentales de
duelo y que, a la hora de resolverlos, es muy importante distinguir entre
ambos. Existe el duelo por tragedia y el duelo por fracaso. La diferencia entre
ellos radica en el origen del suceso que desencadena el duelo. Si lo que ha
sucedido es algo cuyo control escapa por completo a la persona porque las
causas son inevitables o inmutables, vivimos un duelo por tragedia. Si, por el contrario, la persona tenía control
sobre las causas del suceso que desencadena el duelo, lo que vivimos es un
duelo por fracaso.
Ejemplos clásicos del duelo por tragedia son el
fallecimiento de un ser querido o la pérdida de tus bienes por culpa de una
catástrofe natural (una inundación, un terremoto). No puedes controlar los
movimientos tectónicos, ni tampoco evitar la muerte de nadie, así que no tienes
control sobre este tipo de suceso. Ejemplos de duelo por fracaso son los
suspensos, la ruptura de la pareja, el enfado con un amigo, etc. Se supone que
controlas haber estudiado más o menos, haberte aporreado en la relación, entre
otras cosas.
El duelo por tragedia y el duelo por fracaso
Cada uno de estos duelos tiene funciones diferentes.
El duelo por tragedia cumple el objetivo de diluir los lazos emocionales
con la persona, objeto o situación perdida. Aquí, el pensamiento rumiativo y la
revivencia mental de lo sucedido, tienen como objetivo disminuir la intensidad
de las emociones desencadenadas. A fuerza de darle vueltas y vueltas, llegará
un momento en que cada vez duela menos, menos, menos…
hasta que ya no duela de manera insoportable. Cuando no hay control sobre una
situación, al ser humano sólo le queda adaptarse a ella y que deje de dolerle
para poder seguir adelante y mantener una vida funcional. Donde más se nota
este efecto es en la irreversibilidad de la situación: al no haber cura
definitiva, una vez seropositivo, no hay (de momento) vuelta atrás y todo se
centra en asumir esta nueva realidad irreversible.
En cambio, en el duelo por fracaso, el
pensamiento rumiativo (eso de darle vueltas y vueltas) tiene como misión que
extraigas los aprendizajes de esa situación. Si ha salido mal porque la has puesto
en alguna parte, mejor averiguar dónde y no volver a cometer esa equivocación.
El ser humano adquiere una enormidad de aprendizajes por “ensayo y error” así
que, este tipo de proceso puede ser muy enriquecedor si se sabe resolver
adecuadamente.
La particularidad del duelo por el VIH es que
contiene elementos de ambos tipos de duelos. Ante una infección por VIH hay una
parte la situación que permanece fuera de tu control: no puedes controlar la
prevalencia ni la incidencia del VIH en tu ciudad, no puede controlar si el
chico o chica con el / la que te acuestas está indetectable o con la carga
viral altísima, no puedes controlar que (¡a veces ocurre!) confíes en la
monogamia de tu pareja y que te infectes porque tu pareja se ha infectado
mientras te era infiel con otra persona, no puedes controlar todo en esta vida.
A veces pasan cosas que no controlamos y, cuando
pasan, nos desencadenan un proceso de duelo por tragedia. Del mismo modo, hay
una parte de duelo por fracaso: “no usé el preservativo constantemente en todas
mis relaciones” o “evalué mal y no pensé que esa persona tenía carga viral (y
alta)” o “aquella tercera copa de alcohol me sentó mal y perdí el control
durante una hora”.El etcétera, ya lo sabemos, es larguísimo, añadiré que en lo
relativo al componente de duelo por tragedia, ante la infección por VIH es
necesario trabajar el proceso de pérdidas (cuando se cambia de etapa siempre
hay algo que permanece, algo que aparece y algo que desaparece, así como las
emociones que se desatan ante el diagnóstico. En lo referente a la parte de
duelo por fracaso, se trata de adquirir nuevos aprendizajes que nos hagan aptos
para nuestra nueva situación.
Eso sí: lo primero que debes saber es que todo hay
que contextualizarlo. Comparado con otros seres humanos, no has hecho nada
especialmente torpe y te lo explicaré con otro ejemplo. Todos los
heterosexuales se han emborrachado en alguna ocasión y, al día siguiente, han
despertado en la cama de un/a desconocido/a después de haber tenido sexo sin
protección. Ellos difícilmente se habrán infectado de VIH (quizá se han embarazado,
eso sí). Si eso le sucede a un homosexual, la probabilidad de que se infecte de
VIH es muchísimo más alta debido a que, en nuestra comunidad, con nuestras prevalecías
e incidencias tan altas, es muy fácil infectarse. No eres ni más torpe, ni más
listo, que cualquier otro ser humano. No esta de mas decir que el VIH no tiene
ningún tipo de discriminación sexual, esto son solos supuestos hipotéticos.
Reacciones
Un duelo suele atravesar diferentes etapas. A veces
estas etapas se fingen, a veces hay etapas que no se producen, a veces se salta
de una a otra y, a veces, no se desencadena ningún tipo de duelo.
La primera reacción tras el impacto inicial es la de negación. A menudo imaginamos que una
persona en esta situación se pasa el día diciendo “no lo acepto, no lo asumo” o
“¿VIH? ¡Yo no tengo VIH!”. Pero por negación también entendemos seguir viviendo
como si no hubiese pasado absolutamente nada y, de hecho, esta es una reacción
bastante habitual… y lógica.
Tener VIH no significa absolutamente nada a no ser
que lo tuyo sea un diagnóstico tardío. Pero, entre que una persona se infecta y
que aparecen los primeros problemas de salud, pueden llegar a pasar entre ocho
y diez años. Si te diagnostican en los momentos iniciales de la infección,
quiere decir que pasarán años en los que el VIH no te afectará en nada incluso
sin necesidad de medicarte. El hecho de no presentar “señales” hace que el
duelo no se desencadene hasta pasado mucho tiempo. Habitualmente la parte más
dolorosa del duelo no sucede hasta que el paciente no inicia el tratamiento
porque, hasta ese momento, nada en su vida “señalaba” que tenía el VIH y podía
permanecer en esta etapa de negación, de dulce ignorancia, de “inocencia”.
A la negación suele seguirle la rabia: “¿porqué me ha pasado esto a mí?”, “¡ese cabrón me tenía
que haber avisado!”, “¡no te puedes fiar de nadie!” o “¡soy un auténtico entupido,
quién me manda tener relaciones sexuales sin preservativo!”. Hay quienes,
incluso, desarrollan toda una teoría conspiranoica sobre las perversas
intenciones de la industria farmacéutica tratando de crear culpables. Al fin y
al cabo se trata de una reacción de rabia que es normal, que es humana y que se
debe permitir sin prestarle demasiada atención.
Ante una crisis, nuestro cuerpo fabrica adrenalina y
nosotros traducimos la adrenalina en emociones como la rabia. Es una reacción
de defensa ante una amenaza. No es patológica, así que, permítetela. Cuando
dejes de percibir el VIH como una amenaza, te tranquilizarás y se te pasará la
molestia. Éste es el momento de trabajar tu percepción de amenaza, los temores
que te suscita el VIH, los miedos que te están apareciendo. Es el momento de
expresarlos, afrontarlos, entenderlos y solucionarlos. Te darás cuenta de que,
una vez expresados y afrontados, los temores empequeñecen.
La siguiente reacción normal es la depresión.
Especialmente se da por la parte de duelo por tragedia que toca y tiene un
componente de indefensión. De repente te das de golpes contra tu
vulnerabilidad, con que no eres más que una hoja que mueve el viento y no el
hombre indestructible que creías ser. Eso asusta… y mucho. Sin embargo, ésta es
la realidad de la vida: somos frágiles. Y podemos infectarnos, podemos tener un
accidente, podemos perder a un ser querido.
Quizá el diagnóstico de VIH sea la primera noticia
que tienes de tu vulnerabilidad pero siempre ha estado ahí. Y es eso, no el VIH
en realidad, lo que te hace sentir tan asustado. ¿Nunca has pensado que si el
VIH no te hiciera vulnerable no le temerías tanto?. Sin embargo, fíjate por
dónde, asumir que uno es vulnerable y que, por supuesto, nos puede sobrevenir
una enfermedad como a cualquier otro, nos ancla en el disfrute del momento
presente. Te cambian los chips y te das cuenta de cuáles son las cosas
verdaderamente importantes de la vida.
A pesar de ello, ésta es la peor etapa, porque en
ella sueles darte cuenta de cuántas mochilas llevabas colgando: que no asumes
con orgullo tus preferencias sexuales, que te avergüenza hablar de tus
prácticas sexuales, que no confiabas realmente en encontrar a una persona que
te amase de corazón, que habías puesto toda tu energía en construir un cuerpazo
con el que impresionar a los demás porque en el fondo siempre te has sentido
inferior y te preocupa muchísimo deteriorarte físicamente.
Esta es la etapa en la que todas tus decepciones
salen a flote. Lo que más duele es darte cuenta de que tu VIH ha destapado tu
alcantarilla y todo aquello que quisiste arrojar allí, está reclamando que
bajes a ponerle solución. Y eso sí que asusta. Cuando quieras podemos ponernos
manos a la obra. Hay una ley en psicología que dice “todo lo que se aprende
puede desaprenderse”. Si la vida te ha enseñado a sentirte mal, puedes
“desaprenderlo” y aprender a sentirte optimista, ¿te animas?.
Muchas personas infectadas por este virus han pasado
una fase de negociación. No se da en todos los duelos pero en los duelos
por VIH es bastante frecuente. La negociación consiste en hacer cosas para que
la vida (o dios, o el cosmos o el karma) te corresponda con algo. Un ejemplo
tradicional serían las promesas a cambio de curarse. Por curioso que te parezca
todos tenemos nuestras supersticiones, nuestras creencias que no se sustentan
en una evidencia empírica firme y definitiva (pero que dan salsa a nuestras
vidas).
En los casos de infección por VIH muchos de mis
conocidos me cuentan cosas como “he empezado una dieta rica en antioxidantes y
carotenos porque eso fomenta la producción de una glucoproteína que combinada
con…”o“, voy a empezar a hacer meditación porque si equilibro mis chakras
conseguiré mantener mis defensas en…”o“, ya no vuelvo a salir de fiesta, ahora
tengo que cuidar mi hígado y no volveré a probar el alcohol.
Al final, ni te puedes pasar la vida comiendo un kilo
de zanahorias al día, ni te vas a dedicar a meditar cuando lo que te gusta es
dar brincos en la discoteca. Eso sin mencionar que, desde luego, la vida es más
triste sin compartir, al menos de vez en
cuando, una copita con los amigos.
Todo esto se equilibra cuando llegas a la fase de resolución
donde ya has superado la herida emocional y extraído los aprendizajes de la
experiencia vivida. Terminas dándote cuenta de que sí: tienes que hacerte una serie
de exámenes de sangre, cada 6 meses y tienes que tomar un tratamiento, pero,
siendo honestos, tu vida no ha cambiado tanto y las cosas ya no son como hace
treinta años. Has adquirido los hábitos, herramientas, conocimientos y
habilidades que necesitabas para “hacerte apto” y las cosas toman otro color.
Que no se te olvide…
Nadie nace sabiendo. Los seres humanos tenemos tantas
cosas que aprender para desenvolvernos en unos mundos tan complejos como los
nuestros, que en muchas ocasiones, no
nos queda más alternativa que lanzarnos a la piscina e intentar vivir unas
circunstancias (para las que nadie nos preparó) de la mejor manera que se nos
ocurra. Eso supone equivocarnos muchas veces en el camino porque es la única
forma que nos queda para poder aprender a vivir una vida para la que no existe
manual de instrucciones. No te sientas desamparado. En la convivencia con el
VIH la historia tiene ya treinta años y otros pueden ayudarte a adaptarte.
Supera tus miedos y trata aprender a sobreponerte. Al menos inténtalo. Como
dicen los héroes: “mejor fracasado que cobarde”.
Saludos cordiales,
Mike
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