miércoles, 29 de mayo de 2013

EL DUELO ANTE LA NOTICIA DE SER VIH POSITIVO


La reacción ante la noticia del diagnóstico depende de la personalidad de cada uno y de su biografía. Depende de si habías conocido a otros seropositivos, de si conocías sobre el tema a través de una charla de información sexual, de si no tenías ningún algún estigma discriminador, etc.… Depende de una constelación de factores interrelacionados.

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De entrada te llevarás un susto (el shock es inevitable, hay que asumir que es normal asustarse aunque sólo sea durante un rato) pero pasado el impacto emocional inicial, todo irá reconduciéndose e irás aprendiendo a convivir con tu nueva situación. Si, por el contrario, vives tu sexualidad con vergüenza, tenías un estigma serofóbico, o tienes dificultades con tu gestión emocional, lo llevarás un poco difícil.

Un duelo (no siempre) duele.

Considero que existen dos tipos fundamentales de duelo y que, a la hora de resolverlos, es muy importante distinguir entre ambos. Existe el duelo por tragedia y el duelo por fracaso. La diferencia entre ellos radica en el origen del suceso que desencadena el duelo. Si lo que ha sucedido es algo cuyo control escapa por completo a la persona porque las causas son inevitables o inmutables, vivimos un duelo por tragedia.  Si, por el contrario, la persona tenía control sobre las causas del suceso que desencadena el duelo, lo que vivimos es un duelo por fracaso.

Ejemplos clásicos del duelo por tragedia son el fallecimiento de un ser querido o la pérdida de tus bienes por culpa de una catástrofe natural (una inundación, un terremoto). No puedes controlar los movimientos tectónicos, ni tampoco evitar la muerte de nadie, así que no tienes control sobre este tipo de suceso. Ejemplos de duelo por fracaso son los suspensos, la ruptura de la pareja, el enfado con un amigo, etc. Se supone que controlas haber estudiado más o menos, haberte aporreado en la relación, entre otras cosas.


El duelo por tragedia y el duelo por fracaso

Cada uno de estos duelos tiene funciones diferentes. El duelo por tragedia cumple el objetivo de diluir los lazos emocionales con la persona, objeto o situación perdida. Aquí, el pensamiento rumiativo y la revivencia mental de lo sucedido, tienen como objetivo disminuir la intensidad de las emociones desencadenadas. A fuerza de darle vueltas y vueltas, llegará un momento en que cada vez duela menos, menos, menos… hasta que ya no duela de manera insoportable. Cuando no hay control sobre una situación, al ser humano sólo le queda adaptarse a ella y que deje de dolerle para poder seguir adelante y mantener una vida funcional. Donde más se nota este efecto es en la irreversibilidad de la situación: al no haber cura definitiva, una vez seropositivo, no hay (de momento) vuelta atrás y todo se centra en asumir esta nueva realidad irreversible.

En cambio, en el duelo por fracaso, el pensamiento rumiativo (eso de darle vueltas y vueltas) tiene como misión que extraigas los aprendizajes de esa situación. Si ha salido mal porque la has puesto en alguna parte, mejor averiguar dónde y no volver a cometer esa equivocación. El ser humano adquiere una enormidad de aprendizajes por “ensayo y error” así que, este tipo de proceso puede ser muy enriquecedor si se sabe resolver adecuadamente.

La particularidad del duelo por el VIH es que contiene elementos de ambos tipos de duelos. Ante una infección por VIH hay una parte la situación que permanece fuera de tu control: no puedes controlar la prevalencia ni la incidencia del VIH en tu ciudad, no puede controlar si el chico o chica con el / la que te acuestas está indetectable o con la carga viral altísima, no puedes controlar que (¡a veces ocurre!) confíes en la monogamia de tu pareja y que te infectes porque tu pareja se ha infectado mientras te era infiel con otra persona, no puedes controlar todo en esta vida.

A veces pasan cosas que no controlamos y, cuando pasan, nos desencadenan un proceso de duelo por tragedia. Del mismo modo, hay una parte de duelo por fracaso: “no usé el preservativo constantemente en todas mis relaciones” o “evalué mal y no pensé que esa persona tenía carga viral (y alta)” o “aquella tercera copa de alcohol me sentó mal y perdí el control durante una hora”.El etcétera, ya lo sabemos, es larguísimo, añadiré que en lo relativo al componente de duelo por tragedia, ante la infección por VIH es necesario trabajar el proceso de pérdidas (cuando se cambia de etapa siempre hay algo que permanece, algo que aparece y algo que desaparece, así como las emociones que se desatan ante el diagnóstico. En lo referente a la parte de duelo por fracaso, se trata de adquirir nuevos aprendizajes que nos hagan aptos para nuestra nueva situación.

Eso sí: lo primero que debes saber es que todo hay que contextualizarlo. Comparado con otros seres humanos, no has hecho nada especialmente torpe y te lo explicaré con otro ejemplo. Todos los heterosexuales se han emborrachado en alguna ocasión y, al día siguiente, han despertado en la cama de un/a desconocido/a después de haber tenido sexo sin protección. Ellos difícilmente se habrán infectado de VIH (quizá se han embarazado, eso sí). Si eso le sucede a un homosexual, la probabilidad de que se infecte de VIH es muchísimo más alta debido a que, en nuestra comunidad, con nuestras prevalecías e incidencias tan altas, es muy fácil infectarse. No eres ni más torpe, ni más listo, que cualquier otro ser humano. No esta de mas decir que el VIH no tiene ningún tipo de discriminación sexual, esto son solos supuestos hipotéticos.

Reacciones

Un duelo suele atravesar diferentes etapas. A veces estas etapas se fingen, a veces hay etapas que no se producen, a veces se salta de una a otra y, a veces, no se desencadena ningún tipo de duelo.

La primera reacción tras el impacto inicial es la de negación. A menudo imaginamos que una persona en esta situación se pasa el día diciendo “no lo acepto, no lo asumo” o “¿VIH? ¡Yo no tengo VIH!”. Pero por negación también entendemos seguir viviendo como si no hubiese pasado absolutamente nada y, de hecho, esta es una reacción bastante habitual… y lógica.

Tener VIH no significa absolutamente nada a no ser que lo tuyo sea un diagnóstico tardío. Pero, entre que una persona se infecta y que aparecen los primeros problemas de salud, pueden llegar a pasar entre ocho y diez años. Si te diagnostican en los momentos iniciales de la infección, quiere decir que pasarán años en los que el VIH no te afectará en nada incluso sin necesidad de medicarte. El hecho de no presentar “señales” hace que el duelo no se desencadene hasta pasado mucho tiempo. Habitualmente la parte más dolorosa del duelo no sucede hasta que el paciente no inicia el tratamiento porque, hasta ese momento, nada en su vida “señalaba” que tenía el VIH y podía permanecer en esta etapa de negación, de dulce ignorancia, de “inocencia”.

A la negación suele seguirle la rabia: “¿porqué me ha pasado esto a mí?”, “¡ese cabrón me tenía que haber avisado!”, “¡no te puedes fiar de nadie!” o “¡soy un auténtico entupido, quién me manda tener relaciones sexuales sin preservativo!”. Hay quienes, incluso, desarrollan toda una teoría conspiranoica sobre las perversas intenciones de la industria farmacéutica tratando de crear culpables. Al fin y al cabo se trata de una reacción de rabia que es normal, que es humana y que se debe permitir sin prestarle demasiada atención.

Ante una crisis, nuestro cuerpo fabrica adrenalina y nosotros traducimos la adrenalina en emociones como la rabia. Es una reacción de defensa ante una amenaza. No es patológica, así que, permítetela. Cuando dejes de percibir el VIH como una amenaza, te tranquilizarás y se te pasará la molestia. Éste es el momento de trabajar tu percepción de amenaza, los temores que te suscita el VIH, los miedos que te están apareciendo. Es el momento de expresarlos, afrontarlos, entenderlos y solucionarlos. Te darás cuenta de que, una vez expresados y afrontados, los temores empequeñecen.

La siguiente reacción normal es la depresión. Especialmente se da por la parte de duelo por tragedia que toca y tiene un componente de indefensión. De repente te das de golpes contra tu vulnerabilidad, con que no eres más que una hoja que mueve el viento y no el hombre indestructible que creías ser. Eso asusta… y mucho. Sin embargo, ésta es la realidad de la vida: somos frágiles. Y podemos infectarnos, podemos tener un accidente, podemos perder a un ser querido.

 Quizá el diagnóstico de VIH sea la primera noticia que tienes de tu vulnerabilidad pero siempre ha estado ahí. Y es eso, no el VIH en realidad, lo que te hace sentir tan asustado. ¿Nunca has pensado que si el VIH no te hiciera vulnerable no le temerías tanto?. Sin embargo, fíjate por dónde, asumir que uno es vulnerable y que, por supuesto, nos puede sobrevenir una enfermedad como a cualquier otro, nos ancla en el disfrute del momento presente. Te cambian los chips y te das cuenta de cuáles son las cosas verdaderamente importantes de la vida.

A pesar de ello, ésta es la peor etapa, porque en ella sueles darte cuenta de cuántas mochilas llevabas colgando: que no asumes con orgullo tus preferencias sexuales, que te avergüenza hablar de tus prácticas sexuales, que no confiabas realmente en encontrar a una persona que te amase de corazón, que habías puesto toda tu energía en construir un cuerpazo con el que impresionar a los demás porque en el fondo siempre te has sentido inferior y te preocupa muchísimo deteriorarte físicamente.

Esta es la etapa en la que todas tus decepciones salen a flote. Lo que más duele es darte cuenta de que tu VIH ha destapado tu alcantarilla y todo aquello que quisiste arrojar allí, está reclamando que bajes a ponerle solución. Y eso sí que asusta. Cuando quieras podemos ponernos manos a la obra. Hay una ley en psicología que dice “todo lo que se aprende puede desaprenderse”. Si la vida te ha enseñado a sentirte mal, puedes “desaprenderlo” y aprender a sentirte optimista, ¿te animas?.
           
Muchas personas infectadas por este virus han pasado una fase de negociación. No se da en todos los duelos pero en los duelos por VIH es bastante frecuente. La negociación consiste en hacer cosas para que la vida (o dios, o el cosmos o el karma) te corresponda con algo. Un ejemplo tradicional serían las promesas a cambio de curarse. Por curioso que te parezca todos tenemos nuestras supersticiones, nuestras creencias que no se sustentan en una evidencia empírica firme y definitiva (pero que dan salsa a nuestras vidas).

En los casos de infección por VIH muchos de mis conocidos me cuentan cosas como “he empezado una dieta rica en antioxidantes y carotenos porque eso fomenta la producción de una glucoproteína que combinada con…”o“, voy a empezar a hacer meditación porque si equilibro mis chakras conseguiré mantener mis defensas en…”o“, ya no vuelvo a salir de fiesta, ahora tengo que cuidar mi hígado y no volveré a probar el alcohol.

Al final, ni te puedes pasar la vida comiendo un kilo de zanahorias al día, ni te vas a dedicar a meditar cuando lo que te gusta es dar brincos en la discoteca. Eso sin mencionar que, desde luego, la vida es más triste sin compartir,  al menos de vez en cuando, una copita con los amigos.

Todo esto se equilibra cuando llegas a la fase de resolución donde ya has superado la herida emocional y extraído los aprendizajes de la experiencia vivida. Terminas dándote cuenta de que sí: tienes que hacerte una serie de exámenes de sangre, cada 6 meses y tienes que tomar un tratamiento, pero, siendo honestos, tu vida no ha cambiado tanto y las cosas ya no son como hace treinta años. Has adquirido los hábitos, herramientas, conocimientos y habilidades que necesitabas para “hacerte apto” y las cosas toman otro color.

           
Que no se te olvide…

Nadie nace sabiendo. Los seres humanos tenemos tantas cosas que aprender para desenvolvernos en unos mundos tan complejos como los nuestros,  que en muchas ocasiones, no nos queda más alternativa que lanzarnos a la piscina e intentar vivir unas circunstancias (para las que nadie nos preparó) de la mejor manera que se nos ocurra. Eso supone equivocarnos muchas veces en el camino porque es la única forma que nos queda para poder aprender a vivir una vida para la que no existe manual de instrucciones. No te sientas desamparado. En la convivencia con el VIH la historia tiene ya treinta años y otros pueden ayudarte a adaptarte. Supera tus miedos y trata aprender a sobreponerte. Al menos inténtalo. Como dicen los héroes: “mejor fracasado que cobarde”.

Saludos cordiales,
Mike

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